Hemos estado conversando internamente sobre cómo enfrentar nuestra comunicación digital este año, frente a las recientes actualizaciones en las políticas de X y Meta: la flexibilización del concepto de “discurso de odio”, el desmantelamiento de programas de diversidad y la marcha atrás con los mecanismos de verificación de datos.

Desde hace tiempo, se percibe en el panorama global y regional la proliferación de una noción de “libertad” que poco respeta el trasfondo original del término. Más bien, parece servir como herramienta para el abuso de poder y la erosión de derechos conquistados tras incansables años de luchas sociales, revoluciones, militancias y activismos. 

Los acontecimientos de los últimos tiempos evidenciaron cómo las plataformas más masivas del mundo digital no solo se alinean con esta narrativa profundamente peligrosa, sino que también la potencian, disfrazando el odio de “libertad de expresión”.

Entonces, ¿qué hacemos? ¿Cómo seguimos utilizando estas plataformas que ya no solo sugieren, sino que claramente anuncian su intención de borrarnos? ¿Cuánto más se puede remar contracorriente? ¿No será momento de plantearnos una transición, aunque lenta, hacia espacios digitales más alineados con una ética del amor, de la justicia social?

Los/las leemos.

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